martes, 15 de septiembre de 2009

JINETES DEL VEDADO

“JINETES DEL VEDADO” (ON THE VEDADO STREETS)
1ra. Parte. “EL INICIO”
Dedicado In Memorian a mí socio y amigo en las calles de La Habana,  Isma, “El Rubio” 1958-2001
A Ismael lo conocí de casualidad, una noche de sábado a principio de los años ‘80, durante una fiesta a la que varios amigos del pre del vedado habíamos sido invitados. Cuando una amiga me llamo aparte y me lo presentó como su novio, al principio me cayo mal, no porque yo estuviera enamorado de aquella muchacha, si no por su imagen, gordito y vestido como niño bitongo, en una forma elegante, pero picua, como decimos en Cuba, no muy de acuerdo a los estándares en que en aquellos tiempos nos vestíamos los de nuestra edad, con el pelo rubio y ensortijado, de piel muy blanca, y penetrantes ojos azules, que se expresaba con palabras finas y rebuscadas, Ismael parecía más un catedrático o profesor universitario, que un típico adolescente, estudiante de pre-universitario.

Quien de nosotros iba a suponer que aquella noche, en que ambos fuimos presentados, iba a significar el inicio de una de las más sólidas, largas y leales amistades, y no solo eso, nunca nos imaginamos que con el paso de los años aquella amistad nos convertiría en uno de los tríos, junto a otro amigo al cual más adelante conocerán, de Jineteros más conocidos, respetados y envidiados, en el ambiente nocturno del conocido y concurrido barrio El Vedado, exactamente en la zona conocida como La Rampa.

Como estábamos en temporada de vacaciones, habíamos quedado, entre tragos de guachipupa, y mojitos adulterados, en que al día siguiente que era Domingo, nos veríamos todos en la parada de la ruta 62, que cubría el trayecto de la Habana Vieja hasta las playas de Guanabo y Santamaría en la que pasaríamos el día, y ya en la playa, empezamos a conversar y a tratarnos, y ahí fue en realidad cuando comencé a conocer a mi nuevo amigo.

Ismael resultó ser el tipo más divertido, y jodedor que yo he conocido, era un tipo espléndido, no reparaba en atenciones con su novia, y también conmigo, un solitario y aburrido sapo piloto, que a insistencia de ambos había aceptado acompañarlos a la playa aquel día, y cuando Ismael se ofreció a ir a buscar “algo” para comer, y desapareció entre la multitud de la playa, reapareciendo como a la media hora con unas laticas de jamón ahumado, galleticas, un six pack de Coca Cola, y otras “chucherias” mas, a todos nos convenció de que era el mejor de los tipos, y aquella mala imagen del día anterior, de niño bobo y bitongo, que yo me había hecho de el, inmediatamente se me borró de la cabeza.

Ismael era una “cajita” de sorpresas, resulta que mientras yo andaba como la mayoría de los muchachos de mi edad, escuchando la FM de las emisoras de Miami, admirando e imitando los gritos de Jimmy Page, y las descargas de Led Zeppelín, y hablando tontería y media con otros socios del barrio, sentados en la esquina de la bodega, viendo pasar los carros y haciéndonos pajas mentales y reales con la vecinita de al lado, ya Ismael andaba sin que nadie de nosotros lo supiera metido de a lleno en los negocios callejeros, Ismael era ya, pese a su juventud y su apariencia, todo un negociante, un “bisnero”, que lo mismo te conseguía una lata de leche condensada, un cargamento de jeans, un lechón asado, y hasta una puta para una despedida de soltero.

Ismael siempre fue un tipo muy reservado, aún en nuestros mejores años, cuando ya yo suponía que no existían secretos de ningún tipo entre nosotros, Ismael se “guardaba” los suyos, pues según él, era mejor no saberlo todo, solo lo necesario, y que con eso bastaba y era suficiente para sobrevivir en las calles habaneras.

En una ocasión, por un amigo mutuo, me enteré que Ismael había solicitado el ingreso a la Unión de Jóvenes Comunistas Cubanos, la Juventud, como se le conoce en Cuba a está organización política base, que sirve de semillero para formar los futuros cuadros y dirigentes comunistas, sostenida y apoyada por el estado. Cuando me enteré y le fui a reclamar su “traición”, pues ambos nos habíamos identificado desde el principio por nuestra antipatía hacia la dictadura y el gobierno de nuestro país, y como anticomunistas recalcitrantes, después de dejarme hablar y de escuchar mi “descarga” y que me desahogara, con una sonrisa en sus labios, me dijo: “Ya terminaste?, bueno!, ahora déjame explicarte” . . . .

Ismael venía de una familia de clase media, y su padre quien ya había muerto recientemente, había caído preso desde el inicio de la Revolución, por una acusación de haber estado repartiendo propaganda difamando y criticando al naciente régimen comunista y después de haber cumplido una condena “corta” de solo 10 años, había sido puesto en libertad, pero su padre nunca quiso exiliarse y poco tiempo murió debido a unas infecciones que había adquirido en la prisión y que nunca habían sido bien atendidas.

Ismael quería estudiar Ciencias Políticas, y por lo mismo necesitaba según él, “limpiarse” del pasado de su padre, para poder tener acceso sin problemas a la universidad y a dicha carrera, en la cual se les daba preferencia a los militantes comunistas, era por eso que se había decidido a ingresar a las filas de la Juventud. Su mamá, viuda, no tenía derecho a ninguna pensión, pues el estado no le reconocía el tiempo que su esposo había estado trabajando como impresor particular, y el hermano mayor de Ismael también había tenidos algunos roces y problemas con la policía política, el G2, y aunque trabajaba en una empresa embotelladora, sus poco salario no le alcanzaba para cubrir las necesidades mínimas de la familia, era por eso que Ismael había decidido iniciarse por si solo en el mundo del mercado negro y el contrabando callejero que en aquellas fechas ya era una práctica muy común de sobrevivencia entre la cada vez más empobrecida población.

Me acuerdo que Ismael, al contarme aquello, me lo decía con una profunda tristeza y amargura, y al terminar me dijo que el nunca iba a cambiar, que el carnecito rojo, aquel, de mierda, nunca lo iba a cambiar y que el siempre iba a ser el mismo, iba a ser Ismael, que confiará en el. Y vaya que lo cumplió, No solo fue el mismo, sino que se convirtió de ese momento en adelante en el “mejor” ejemplo de lo que podía ser un Joven perteneciente a dicha organización. Me recuerdo que cuando terminamos aquella reveladora conversación, nos despedimos y yo me fui muy pensativo, y hasta estuve alejado de el unos días, pero con el tiempo y su insistencia, aparte de cierta lástima que sentía por él, porque en el fondo Ismael era un tipo solitario, que necesitaba a alguien en quien apoyarse, nos volvimos a empezar a reunir nuevamente y fue entonces que comencé a conocer quien era Ismael, comencé a conocer su lado siniestro y vengativo, pero al mismo tiempo comencé a conocer a unos de mis mejores y más leales amigos que he tenido en toda mi vida.

El capricho de Ismael por pertenecer a la Juventud, era en el fondo un siniestro y macabro plan de el, producto del odio que sentía por el sistema que le había arrebatado a su padre, siendo apenas un niño, lo hacia querer “convertirse” en lo que el más odiaba y despreciaba. El plan de Ismael no era otro que convertirse en un reconocido, respetado y premiado joven “comunista”, para después “sacrificarse” haciendo que el desprestigio al caer sobre sus hombros con sus futuras acciones, a su vez repercutiera en la organización comunista, la cuál quedaría manchada ante la opinión pública del país, un plan macabro y bastante peligroso, que a la postre lo llevo hasta una muerte prematura.

Comenzaba la década de los ‘80 y ya Ismael estaba en la Universidad terminando su carrera, y yo por mi parte, había comenzado a trabajar después de haberme graduado como Técnico Medio en Edificaciones y aunque por los estudios de el y por mi trabajo, ya no nos veíamos tan seguido como antes, no faltaban los fines de semana en los que nos hablábamos y salíamos a dar una vuelta. Fue en esa época, una noche de un sábado, en pleno verano, cuando nuestras vidas comenzaron a tomar un giro diferente.

Una noche de un caluroso y veraniego sábado, me habla Ismael a mi nuevo apartamento, hacía poco que mis padres habían hecho una permuta de nuestra casa, por cierto, bastante grande y moderna, ubicada en el exclusivo reparto del Nuevo Vedado, por dos pequeños apartamentos, de un cuarto, uno para ellos y el otro para mí solito. Tenía yo entonces alrededor de 23 años, y vivir solo, y a solo unas cuadras de la céntrica esquina de L y 23, muy cerca de los lugares preferidos por la juventud, como los clubes nocturnos, el Coppelia, el malecón, y varios cines como el Yara antiguo Radiocentro, La Rampa, Riviera, etc., sin tener que tomar guaguas y perder tiempo en desplazarme resultaba bastante atractivo, Pero también tenía un “atractivo” adicional, desconocido hasta ese momento por mi, iba a estar muy cerca de los lugares frecuentados por el turismo extranjero el cual se hospedaba en los diversos hoteles de la zona como el Havana Hilton rebautizado por los comunistas como “Habana Libre”, el Capri, el Nacional, el Vedado, etc., y de las diversas instalaciones de entretenimiento que en estos hoteles existen para el disfrute exclusivo del turismo extranjero.

Me acuerdo que cuando mis padres me comentaron de hacer esa permuta, al principio yo no les hice mucho caso, e inclusive no fue de mi agrado, pues yo no entendía como íbamos a cambiar nuestra moderna y linda casa de 2 pisos y con un enorme jardín, ubicada en una de los mejores repartos de La Habana, en una zona muy tranquila, residencial, cerca del cine Acapulco y frente a un enorme y hermoso parque, por un par de apartamentos usados mucho más pequeños en un edificio mas viejo en el barrio del Vedado, cerca de Centro Habana, pero es que la situación económica que ya existía en esas fechas y las dificultades para trasladarse de mi padre sobre todo a su oficina que estaba situada en la avenida Infanta cerca del malecón eran enormes, pues su viejo carro del año 55 no cesaba de romperse a cada rato, y agarrar una guagua desde el Nuevo Vedado hasta Infanta y 23 era toda una odisea.

Fue Ismael quien me embullo a que fuera a conocer mi “nueva” casa y entonces me convenció. La verdad era que sin yo saberlo, mi permuta a mi nuevo apartamento, le había caído a mi amigo como anillo al dedo y sin decirme nada había realizado personalmente los arreglos pertinentes con mis padres y la familia dueña original de los dos apartamentos.

Pues fue precisamente aquel famoso sábado, de un mes de Julio, en plena temporada de vacaciones y con el Vedado a reventar de turistas extranjeros, que me inicie en aquel mundo desconocido del jineteo en las concurridas calles de la Rampa.

Durante los años ‘70 y ‘80, mucho antes de su “liberación” ocurrida en la década de los ‘90, el dólar americano o cualquier otra moneda extranjera que no fuese el peso cubano, era totalmente prohibida para cualquier simple mortal cubano, los únicos que podían tener acceso y portar dicha moneda en territorio nacional, eran los diplomáticos extranjeros y sus familias, el personal extranjero y alguno que otro cubano que trabajara en las diversas representaciones diplomáticas acreditadas en el país, los funcionarios de alto rango de empresas estatales cubanas vinculadas con el comercio exterior, también tenían acceso y por supuesto los altos dirigentes del gobierno, del partido comunista y sus organizaciones satélites, y por último, los que se desempeñaban y trabajaban como marinos mercantes, y de la flota pesquera, y algunos deportistas y artistas destacados, por lo general músicos que como premio por sus actuaciones internacionales les dejaban “pasar” alguna cantidad, con la cual podían adquirir ciertos productos y artículos para sus familias.

De ahí pá fuera, si algún cubano común y corriente era agarrado con simplemente un dólar en el bolsillo, podía ser condenado a prisión desde uno, hasta ser encerrado por varios años, bajo la acusación de posesión y trafico ilegal de divisas. También existían, y existen actualmente prohibiciones que en cualquier país libre y democrático no ocurrirían, como el de no permitir relacionarse y frecuentarse con personas extranjeras, establecer vínculos de cualquier tipo con personas de cualquier nacionalidad, con diferentes objetivos y deseos, como el de hacer amistad, realizar negocios, intercambiar opiniones. En Cuba en aquella época y aún actualmente, esas libertades y derechos, que en cualquier parte del mundo libre son cosas normales y corrientes y a quien nadie le da importancia, en nuestro país por el contrario son totalmente prohibidos y sancionados rigurosamente por leyes y decretos absurdos y antidemocráticos emitidos ex profeso por el estado cubano.

Ya en los años ‘80, el  fenómeno del “Jineteo” como se le conocía y decía, al tráfico ilegal o contrabando de divisas y la prostitución, era algo que ya preocupaba a las autoridades. En la Habana se comenzaba a observar un movimiento de turistas de varías partes del mundo, principalmente de México, España, Canadá, Italia, etc., que venían al país aprovechando las “ofertas” y los bajos precios, hay que recordar que un viaje a Cuba en aquel entonces, por una semana con todo incluido costaba alrededor de $ 500 dólares, más la fama que tenemos de ser gente amable, y otras “cosillas” más, hacían ver a Cuba como un destino bastante atractivo. En aquella época el dólar estaba bastante “barato”, en el mercado negro, ósea en las calles se cambiaba a razón de entre 7 y 10 pesos por cada dólar, e inclusive si la cantidad a cambiar era ya interesante, se podía encontrar hasta en 5 pesos por cada dólar, sin embargo el gobierno les ofrecía a esos mismos turistas un cambio “oficial” de un dólar por un peso, lo que hacia que cuando ese turista se enteraba del otro “tipo” de cambio, le interesara más hacerlo por “fuera”, puesto que se ahorraba una buena cantidad de dólares y los pesos cubanos que “compraba” les servían para cubrir algunos caprichos extras, como la de comprar algunos artículos que aún se podían conseguir en las tiendas y bazares a muy buenos precios y en moneda nacional, y era ahí precisamente donde estaba el negocio; Y donde había “bisne” seguro, estaba por supuesto mi amigo Ismael y era ahí precisamente, donde yo, sin saberlo encajaba en sus planes futuros.

Regresando a la noche en que Ismael me llama a mi nuevo apartamento “de soltero”, invitándome a que lo acompañará a salir con unas “amigas”, y me pide de paso que me ponga la mejor de mis “cobas”, porque íbamos a ir a un lugar elegante, esa noche que fue mi primera “prueba de fuego”, cuando Ismael pasa a buscarme, y ya en persona me dice a donde vamos, con quien, y a lo que íbamos, mi primera reacción fue la de preguntarle si estaba loco, si el quería que nos metieran presos, y que aquello era algo peligroso, y como era su costumbre, me dejó hablar, que me desahogara y después me dijo en su habitual tono muy tranquilo:

“Mírame bien y dime si en algo te he fallado, tú eres mi amigo, mi único amigo, y yo soy incapaz de involucrarte en algo que te ponga en peligro, ok.?” Y Continuo: “Vamos a salir con una muchachas, son mexicanas y arden en deseo de tropezar con un cubano que las ponga a gozar y yo sé, porque te conozco muy bien que no vas a fallarme, además tienen “billete verde” y se lo quieren gastar con alguien que las haga sentir bien, así que por los gastos no te preocupes, que ellas invitan, lo único que quieren es salir con un cubano, ok?”. y para terminar de convencerme y tranquilizarme me dice:

Mira, te propongo lo siguiente, si no te llegara a gustar el “asunto”, te sientes con miedo o inseguro, o no te gusta ninguna de las dos, me lo dices y ahí muere, te vas y yo veo como resuelvo, pero si de lo contrario me sigues y me apoyas, y haces las cosas como yo te diga, y cumples con tu parte, que estoy seguro no te va a costar ningún trabajo,  te prometo que no te vas a arrepentir, además de que vas a pasar una noche diferente, algo distinto y yo te garantizo además y te doy mi palabra que las muchachas SI te van a gustar y la vas a pasar muy bien y no vamos a tener ningún tipo de problema. OK?”.

Su pronóstico y promesa se cumplieron, no solo me gustó la “amiga” que me presentó, pues estaba bastante buena y lujuriosa la condenada, sino que al otro día después de haber pasado todos la noche en mi apartamento, al otro día ellas rentaron un carro y de ahí nos fuimos los cuatro rumbo a Varadero, donde nos pasamos unos días con todos los gastos pagados cortesía de nuestras “novias” mexicanas, en una de las villas que rodean al famoso y reconocido Hotel Internacional de Varadero.

Cuando regresamos de nuestro viajecito, ya yo traía una “pequeña ganancia” por mi participación que para ser de principiante no estaba nada mal. Consistía en un par de jeans, dos camisas, dos pares de “tacos”, todo nuevo de diplotienda, una radio grabadora y alrededor de 150 dólares en cash, estratégicamente escondidos y disimulados en el dobladillo de unos de mis pantalones, además de unos perfumes franceses, una loción de afeitar y una caja de chocolates finos de regalo para mis padres. Mí única “inversión” fue demostrarle a mi “novia” el porque la buena fama de los cubanos, poniendo por todo lo alto mi erecta “cubanía”, más unos 750 pesos cubanos que mi socio Ismael con discreción me había dado durante el trayecto hacia Varadero, para que con ellos iniciara mi primer “intercambio” y no me viera tan “pobre” en mi primer día de “trabajo”.

Para terminar con esta primera parte, les quiero comentar que en seis meses de mi primer año en el “ambiente” como jinetero, ya le había pagado a mi socio Ismael, aquella “ridícula” cantidad que él, gentil y desinteresadamente me había prestado, para que me “iniciara” en el negocio y estaba ganando mas de cuatro veces mi sueldo mensual en la empresa en la que trabajaba, que era en esa época de $211.00 pesos cubanos, solamente “trabajando por fuera” los fines de semana.

Y en cuanto a las faltas que tuve a mi trabajo cuando nos fuimos a Varadero, no se preocupen, al otro día de haber regresado de nuestro viaje y siempre acompañados por nuestras "novias” que ya no se querían ni despegar, mi amigo Ismael, me llevó al Hospital Fajardo, donde un doctor muy “socio” de él, a cambio solamente de un par de dólares y un perfume para su esposa, me hizo un “Certificado Médico”, con el que pude “justificar” mi ausencia a mi empresa donde “trabajaba”, recetándome además una semana de “reposo” adicional para que me pudiera “recuperar”, lo que me sirvió para seguir poniendo por todo lo alto el nombre y fama de mi país, durante los siguientes días en que nuestras “novias” continuaron disfrutando de nuestras sonrisas y de nuestra cubanía.

FIN DE LA PRIMERA PARTE



“JINETES DEL VEDADO” (ON THE VEDADO STREETS)
2DA. PARTE.  “LA CONSAGRACIÓN
Corría ya la mitad de la década de los ‘80, y el negocio seguía funcionando muy bien, yo “trabajaba” en la empresa estatal de la construcción en la que estaba, solo por guardar las apariencias, y aunque me había ganado un pequeño aumento de sueldo y ya estaba ganando $234.00 pesos mensuales, por aquello del escalafón y de la experiencia, lo cierto era que mi pincha estatal y lo que allí ganaba me importaban un carajo. En esa época, ya éramos unos tipos conocidos y respetados en el ambiente del Vedado, y además debido a nuestro trato, confianza y la seguridad que ofrecíamos a nuestras amistades extranjeras y turistas, no faltaba la semana en que arribaran a tierras cubanas algunas nuevas amistades recomendadas, la cual enseguida que llegaban, nos hablaban para darnos a conocer en donde estaban, por lo que en lo particular yo ganaba en solo una semana y divirtiéndome, mas de cuatro veces mi miserable sueldo estatal.
Pero en ese ambiente, no todo era diversión. En él  jineteo, ocurría y había de todo, y había que cuidarse de todos, existía el jinete “malo” el que se dedicaba a estafar a los turistas, por lo general eran jóvenes adolescentes de raza negra, los “negritos”, como se les conocían, su forma de “operar”, era en la calle, a la vista, al descaro, abordaban al turista en pleno 23 y le ofrecían un atractivo “cambio”, y el turista confiado aceptaba el intercambio, el “negrito” entonces  le daba un pequeño bultico, que consistía a lo mucho en un par de pesos cubanos por fuera y en el medio lo que había era papel periódico, y enseguida desaparecían, existía también la puta que se hacia pasar por “decente” y “pobre”, enamoraba al turista y después de llevárselo a la cama, y emborracharlo lo dejaba pelao, le robaba hasta los calzoncillos, también existían los que en combinación con cantineros, dependientes y capitanes de bares y cabaret, emborrachaban al turista, y le metían notas de consumo falsas, o inclusive le “servían” bebidas adulteradas, y después se repartían las ganancias. Esos eran algunos de los malos elementos que por su culpa en ocasiones pagábamos todos. Pero de quien más había que cuidarse por supuesto era del “jinetero” chivato, el infiltrado del G2, pero este tema, lo tocare más adelante. Y así como estos ejemplos había muchas otras cosas de las cuales deberíamos cuidarnos. En él jineteo, por ejemplo, no solo se movía el dólar, también existía la venta de droga, principalmente “hierba“, y también existía la “renta” de putas, maricones y lesbianas. Cosas de ese tipo que a nosotros nunca nos interesó entrar y en la que nunca participamos.
Eso no quiere decir que fuésemos unos “angelitos”, pues en ocasiones, en el caso de turistas muy amigos y sobre todo del sexo masculino, les presentábamos a alguna amiga, para que salieran y se conocieran, pero las reglas eran claras, tenían que estar ambos de acuerdo, nada era forzado, y lo que ellos hicieran o en la forma en que se “arreglaban” era entre ellos, y por supuesto nada de robarle ni aprovechase del turista, por esos favores, nosotros no obteníamos nada a cambio, ni cobrábamos por presentarlos. Como les decía al principio, no era nuestro negoció, era más que nada un “servicio adicional agregado”, algo así como una especie de propina o de regalo por un bisne bien hecho, además las chicas cubanas que recomendábamos eran conocidas nuestras, amigas de confianza y antes que nada le leíamos muy bien la cartilla, igual al turista, porque no faltaba el tipo que después de varios tragos se ponía celoso y hasta “cañonero” y si esas cosas pasaban, todo se podía arruinar y echar a perder en un momento.
Nuestra reputación se basaba en la sinceridad y la honestidad con el turista, y el no prestarnos para obtener “ganancias” en engaños o trucos para nuestro beneficio, los turistas con los que hacíamos negocios los llevábamos a que conocieran mi casa, establecíamos auténticos vínculos de amistad y a la hora de hacer algún “bisne” buscábamos que el trueque fuese favorable a ambas partes, y la verdad, con lo que ganábamos era más que suficiente, para darnos ciertos lujos, sin llamar la atención, y ayudar a nuestras familias y a nosotros mismos, sin tener que meternos en cosas peores y muy peligrosas.
Nuestro enfoque de “negocios“, que era por cierto bastante lucrativo y de alta demanda consistía principalmente en la compraventa de ropa, artículos de belleza, perfumes y enseres domésticos y electrónica; los típicos jeans, las camisas, blusas, cosméticos, radios y grabadoras, era mercancía muy solicitada y que se desplazaba de una forma rápida y fácil, además, la mayoría de esta “mercancía” era bajo pedido y con garantía de pago, pues solo se ofrecía entre conocidos, recomendados y entre amigos, vecinos y familiares de estos, bien recomendados, y por supuesto conscientes de que aquello no podía estarse hablando con cualquiera.
El negocio en sí no era nada del otro mundo, y estaba básicamente regido por lo que se conoce como la ley de la oferta y la demanda. Un ejemplo: Un simple pantalón de mezclilla, unos jeans, de una buena marca, costaban en aquel entonces en una diplotienda alrededor de unos 12 a 15 dólares, pero en la calle, valía de 2 a 3 veces más, la razón era muy simple, el poco surtido en los establecimientos mercantiles, todos administrados por el gobierno, y la mala calidad tanto del diseño como de la hechura, y los altos precios “oficiales” en moneda nacional. En cambio en las llamadas diplotiendas que eran solo para turistas extranjeros, existía una variada oferta, basada en diferentes marcas, calidades, diseños y precios razonables aunque en dólares, pero la gente pagaba el costo y lo pagaba bien. Otra alternativa que se ofrecía en este negocio era el servicio a domicilio, pues por razones obvias todo tipo de venta se realizaba al resguardo de las vistas indiscretas de personas desconocidas y por supuesto de la policía.
Como se hacia todo esto, muy sencillo: Cuando nosotros necesitábamos hacer una compra, se le pedía al turista con el cual ya habíamos iniciado una amistad, que nos acompañara, pues en las tiendas destinadas exclusivamente para el turismo extranjero estaba prohibida la entrada de cubanos, a no ser que estuvieran acompañados por un turista, ya para ese instante el turista debía tener el dinero, el cual se le daba antes, por lo general, lo invitábamos a nuestras casas y ahí le explicábamos el procedimiento y le entregábamos el Money con la lista. También se daban muchos casos de turistas que participaban del “negocio”, ellos aportaban una parte, invertían su dinero, nosotros le presentábamos al o los compradores y después en calma, hacíamos números y cada cual tomaba lo que le tocaba y de ahí, a celebrar. También existía el que regresaba y traía cosas de su país, y hacían su “pan” cubano, y déjenme decirle que de esos casos, hoy en día, aún muchos viajan a Cuba a llevar cosas, y con eso hasta sacan el costo de su viaje.
En la Cuba comunista de Castro, un turista extranjero era o es alguien “intocable”, por lo que ningún policía en su sano juicio se atrevía a cuestionar a alguno, sobre que hacía con un cubano o que traían en la javita, bolsa de plástico o cartucho después de haber realizado la compra, por lo que el turista era algo así como nuestro ángel de la guardia, y por lo tanto también deberíamos en correspondencia cuidarlo de malos elementos del ambiente, que estaban al acecho, para ver que podían “sacar”. Se le explicaba al turista por donde andar, que aceptar y que no aceptar, en el caso de que ellos salieran solos, y cuando los acompañábamos a los bazares de baratijas y tiendas de diversos artículos cubanos, nos preocupábamos, que lo que adquirieran costara lo marcado y el precio fuera razonable, aceptable, y de buena calidad.
Me recuerdo en una ocasión en que tuvimos una discusión con un elemento de seguridad de un hotel, el cual nos estaba acusando de estar molestando a unas turistas, cosa por supuesto que no era cierta, y una de las muchachas se le acercó y le dijo: Ellos no nos están molestando, ellos son nuestros amigos, y nos han cuidado más que cualquiera de ustedes, que deberían de reconocer que gracias a personas como ellos muchos de nosotros nos han animado a regresar a este país. Aquel agente del gobierno se quedo sin habla, se viró y se fue, no sin antes echarnos una mirada, como diciendo, “ya volverás por aquí y no tendrás quien te defienda”.
Eso era algo muy normal y caso cotidiano, porque no había turista, que después de conocernos y confraternizar, y de conocer de nuestra boca la realidad cubana, que en el fondo terminara simpatizando con nosotros y odiando al sistema, esa era nuestra principal arma para darle a conocer al mundo exterior la realidad cubana, la represión y la falta de libertades, de derechos y de oportunidades.
Por supuesto también existía el funcionario corrupto, el policía o agente de seguridad, que te agarraba, y te echaba una “descarga”, y al terminar te decía, haciéndose el “buena gente“: “Te voy a dejar ir, porque tú eres un muchacho decente y preparado”, pero ya te empezaba a chantajear, y al rato, para poder dejarte “circular”, tenías que darle su “regalito”, también el funcionario del Intur, y hasta el guía de turismo, por supuesto miembros de la juventud y del partido, que sucumbían a las tentaciones y quería hacerse amigos de nosotros, y nos pasaba algunos “Tips”, sugerencias y recomendaciones, pero era el clásico cuento del que quiere pescar el pescao más grande y solo pone una lombriz.
Pero los “mejores” de todos eran los propios funcionarios o mandos de rango medio, directores de empresas estatales, inclusive del G2, y de la policía, por supuesto todos miembros del PCC o de la UJC, los cuales eran “presentados”, en ocasiones por los vecinos de la zona que nos conocían, y otros amigos, como sus parientes o su social “de confianza”, su padrino, etc., y que también querían ver si podíamos resolverle alguna ropita o equipo de música y te ofrecían hasta “protección”, por si algo pasara: “Si tienes problemas, me llamas, o les das mi nombre”.
Esos eran la “especialidad” de Ismael que con su acostumbrada labia, conocimientos y buenos modales, y no es por nada, era un mechao en cuestiones de política y economía, aparte de que ya contaba con su “valioso” carnecito rojo de la juventud, sé hacia “socio” de esta gente, y hasta en muchas ocasiones nos prestaban el “Lada“, el “Moskovich“, el “Polaquito”, o el “Volga“, todos carros estatales, para que pudiéramos “pasear”, y nos echaban una mano en algunos asuntos, como la de resolver una reservación en algún hotel, restaurante ó cabaret, y no faltaba el que ya embullado se “descuidaba”, y se embullaba a acompañarnos con el “pan“, y ya en “confianza”, hasta se dejaba tomar la foto del “recuerdo”, la cual en muchas de esas ocasiones le era tirada en posiciones, gestos y situaciones bastante comprometedoras.
Cuando el nuevo “socio” se daba cuenta, que estaba metido hasta el cuello, y que ya la mierda lo estaba tapando, entonces quería “salirse”, y en algunas ocasiones por las “malas”, era cuando entonces Ismael le ponía las cartas sobre la mesa, a esa hora, la cosa se lo pueden imaginar, se ponía caliente, porque dicho de otra forma, aquello en realidad no era más que un chantaje, pero mi social Ismael con su acostumbrada paciencia y sonrisa convencía al fulano que lo mejor para todos era terminar como “amigos”, y por supuesto calladitos y por las buenas.
Analizando la situación fríamente, si alguno de estos tipos, para “limpiarse”, trataba de “embarrarnos”, teníamos pruebas que también lo podrían incriminar, en nuestro caso, una condena por trafico ilegal de divisas o tráfico ilegal de mercancías, podía ser de 3 hasta 10 años, con atenuantes, de no tener antecedentes, por ejemplo, podría quedarse como en 7 y por buena conducta, salir en 5 o en menos, eso en caso de que nos aplicaran lo máximo, pero en el caso de un funcionario estatal aparte de la deshonra de perder su puesto, su sueldo de funcionario, su carnecito rojo y sus “privilegios”, podría ser acusado de malversación de fondos, enriquecimiento ilícito, uso indebido de sus funciones, traición, etc., lo que le podía costar bajita la mano, entre 5, 10 y hasta 15 añitos o hasta más en el combinado del este, donde serían inmediatamente muy bien recibidos y estarían sobre todo muy bien atendidos por muchos de los que purgaban condenas por culpa casualmente de ellos, además que con este tipo de gente, yo no sé porque, siempre los fiscales del gobierno se ensañaban más, sería porque se sentían “traicionados”.
Esto me trae a la mente la época de los actos de repudio, con bocinas y pancartas enfrente de las residencias de varios “comunistas”, que decidieron cambiar de rumbo, y pirarse pá la yuma pero esto es algo que a lo mejor en otra ocasión lo tocamos.
De estas “relaciones tormentosas”, como yo le decía, obtuvimos varios “contactos” muy buenos, que nos permitieron operar con cierta “libertad”, inclusive obteníamos información privilegiada sobre que grupos de turistas iban a llegar a cierto hotel, y de donde eran, y lo más importante, y que nos salvo de ser detenidos en varias ocasiones, de cuando y en donde se iba a realizar una redada, con lo cual además avisábamos a los demás amigos y conocidos del ambiente, para que se pusieran a resguardo.
Con el tiempo, hasta la misma “competencia”, ósea otros jinetes acudían en ocasiones a nosotros para que le echáramos la mano en diversos asuntos, y cuando tenían alguna dificultad, inclusive con la misma policía, nosotros le ayudábamos dentro de nuestras posibilidades, sin crear un compromiso, no nos interesaba cobrar favores ni venganzas, y siempre fuimos gente tranquila, amables con todo el mundo y lo mejor que teníamos, nunca fuimos ostentosos, ni andábamos alardeando.
El cubano por lo general siempre ha sido alardoso, y le gusta hablar de más, de lo que tiene y de lo que no tiene, y además nos gusta presumir, nos encanta “lucirnos”, y en ese mundo, en el ambiente del jineteo, eso era lo peor en lo que podías caer. Muchos jinetes “explotaban”, se “quemaban” precisamente por ostentosos, por hablar de más y por alardosos. No digo que nunca tuvimos problemas, tengo en mi “record” personal varias detenciones y un par de “actas de advertencia”, con las cuales me limpie el culo, pero por un lado gracias a que nunca nos pudieron comprobar ni agarrar con nada, y por otro lado a nuestros “contactos”, la mayoría de las veces no pasó de una detención de 24 horas y algunos gritos de algún sargentito político metiéndonos miedo. Lo importante y lo que siempre teníamos presente era el de no tener arriba dólares, y si los teníamos que tener, porque no había otra, había que esconderlos muy bien, y para eso existían diversos “trucos”, como por ejemplo esconderlos en los dobladillos de los pantalones o por la parte de atrás de la cintura, entre los pliegues y la tela, y para eso por lo general, lo más adecuado era usar jeans, por ser telas gruesas y bastante moldeables, que nos ayudaban a enmascarar el paquete.
Otra cosa que había que tener muy presente, era la de no estar hablando con cualquiera, e inclusive con los que ya conocíamos, o creíamos conocer, porque el peligro de un chivatazo, nada más para sacarte de “circulación”, y que no le hicieras la competencia, más los infiltrados en el ambiente, enviados por la seguridad y la policía, hacia que el “juego” se tornará peligroso. Todos por supuesto sabíamos o creíamos saber en lo que estaba el “otro”, o lo imaginábamos, pero de eso a estar haciendo preguntas o estar diciendo, era muy diferente. Por ejemplo, si algún “amigo” del ambiente se nos acercaba, y nos decía: los vi. Con un “pan”!, pan era el nombre que se le daba al turista, y seguía: y cuanto hicieron?. La respuesta era: No chico!, estas equivocado, nosotros no estamos en nada de eso, solo nos estaban preguntando una dirección y como no la conocían los acompañamos”. Si el fulano insistía, le volvíamos a contestar lo mismo o parecido y de ahí nos íbamos dejándolo solo. Para que lo entiendan, él jineteo funcionaba como una cárcel, en la que todos presumen de ser “inocentes”, todos saben que ocurre “adentro”, pero nadie ve, ni dice, ni oye nada.
Los jineteros teníamos varías formas de operar, la más habitual y conocida era la de pararse en las afueras o cercanías de un hotel o lugar donde existía afluencia de turistas y para no “quemarnos” esperábamos a que el “pan” saliera a la calle, y entonces lo abordabas. Una de las formas más comunes de abordar a un turista era preguntándole la hora, así de una vez sabías que nacionalidad era, y además con una pregunta sencilla seguían otras: AH!, son mexicanos, que bueno, y el turista por lo general respondía: Ustedes son de Cuba?, a mí esa pregunta me caía como . . . bueno, déjenme de no decirlo . . .!, a veces me daban deseos de decirles, “No chico, acabo de llegar del planeta Marte“, pero nunca perdí la compostura ante tal inútil pregunta.
Ya roto el hielo inicial, por lo general el mismo turista te empezaba a hacer preguntas de cómo ir a tal o más cual lugar, etc., cosa que aprovechábamos para brindarnos a acompañarlos y si aceptaban, que por lo general así era, pues lo demás llegaba solo, todo era cuestión de suerte de caer bien y ser aceptado.
Otras de las forma de operar era la de ir al aeropuerto a esperar los diferentes vuelos, y para ello ya teníamos un control de los horarios de llegada de las distintas líneas aéreas que nos interesaban esperar. En el aeropuerto lo más común era abordar con discreción, tacto, y por supuesto mucha caballerosidad y galantería a las turistas, antes de que se subieran al autobús de turismo, por ejemplo, un sistema era ayudarlas a carga su equipaje, y preguntarle de donde eran y a que hotel iba a quedarse, si la chica en cuestión aceptaba la “galantería”, y la notábamos con más interés que el solo hecho de agradecernos la cortesía de cargarle su maleta, entonces ya se entraba en más “confianza” y hasta se quedaban en verse más adelante.
En ese momento, ya realizado el primer contacto, quien estuviera de nosotros en el lugar, debía llamar, salir volando hacia la ciudad, para dar el “parte” y tratar de estar a tiempo en el hotel antes que la “competencia” se enterara. Como en la guerra o en una pelea, quien golpea primero golpea dos veces, y en esos asuntos lo más prudente por las distancias y las dificultades del transporte, era tener de nuestro lado a algún taxista de “confianza”, quien solo estaba a nuestro servicio.
En él jineteo existían especialidades, como por ejemplo estaban los que les gustaba hacer “tratos” o “contactos” con españoles, otros con mexicanos, y demás nacionalidades. Nosotros en particular éramos “especialistas” en mexicanas, solo sexo femenino, porque se nos daba el acercamiento con mucha facilidad, además que el idioma nos ayudaba. Había jinetes que hablaban ingles, francés, italiano y alemán, en una ocasión conocimos a un tipo que hablaba japonés y cosa rara, tenía “pan” japonés a cada rato. Eso no quiere decir que a veces hacíamos alguno que otro bisnecito con algún “gallego”, apodo que usábamos para los españoles o algún “pancho”, apodo que usábamos para los mexicanos, pero el fuerte nuestro eran las mexicanas, no sin razón estoy actualmente casado con una.
También existían otras razones para la “especialización”, una de ellas era la preferencia de tal o más cual turista por algún tipo en especial de cubano o cubana, ejemplo; la mayoría de los españoles y españolas sentían más atracción o interés por las cubanas o cubanos de color teléfono callejero, igual sucedía con los italianos y canadienses, pero en el caso de las mexicanas, no todas eran tan selectivas, y los hombres mexicanos siempre estaban a la “caza” de alguna mulata. Si alguien quería hacer feliz a un “gallego”, solo tenías que presentarle a una amiga de raza negra, y mientras más prieta, mejor, y en cuanto a los mexicanos, esos se conformaban con lo que cayera.
Otra de las cosas que siempre debíamos tener presente, era la de no perder tiempo con lo que llamábamos “pan” duro. El pan duro no era mas que el turista jodido, sin Money, el tacaño, y el peor de todos, el “comunista o socialista”, ese que venían a Cuba a conocer la revolución, y eran tan tacaños que viajaban incluyendo hasta los refrescos y la propina, y no se quería perder ningún tour porque ya estaba incluido hasta ir a trabajos voluntarios en la agricultura y cosas por el estilo, y solo te hablaban porquerías de sus países, como si Cubita la Bella fuera el paraíso, por lo menos por una semana tal vez lo era para ese tipo de gente. Con ese perdías, y no me refiero a dinero, perdías tiempo, y muy valioso, que podrías emplear en buscar otro “pan”, un pan “suave”, calientico, que estuviera disponible a irse sola contigo, sin importarle más nada que pasarla bien contigo. Por eso era muy importante desde un principio clasificar al “pan”, si le veías posibilidades, seguías, y si no, te despedías con algún pretexto, y a otra cosa mariposa.
Nosotros por lo regular nos dividíamos la “pincha”, mientras Ismael se iba al aeropuerto a ver que llegaba, yo me quedaba en mi apartamento esperando su llamada o la de algún posible recomendado, o me daba alguna vueltecita por algún hotel o sitio cercano en el que podría haber algún “pan”. El malecón, por ejemplo, era un sitio donde siempre, por lo general te tropezabas con algún grupo, otro lugar era el Coppelia, también en ocasiones el Pabellón Cuba, la Librería de L y 23, y por supuesto uno de los lugares más frecuentados eran la Catedral de la Habana, y la Plaza de Armas, en esos sitios el “pan” estaba que hacia olas, calientico y siempre disponible.
No siempre era sexo con las mexicanas, a veces por diversas razones no había química sexual, ya fuese de una o de la otra parte, pero sin embargo en muchas ocasiones se lograba establecer una bonita y hasta duradera amistad que te recomendaba y a su vez estas te recomendaban, y así se hacía la cadenita. Cuando yo llegué a México yo traía oculta, por razones obvias, más de 100 nombres y direcciones de distintas amigas de todo el país. Ahora les voy a contar la noche que dejamos de ser un dúo, para convertirnos a ser un trío, y de cómo la vida te va dando sorpresas y no siempre son malas.
Resulta que una noche, por el año ’83, estábamos con un grupo de amigas mexicanas en el salón del Copa Room, en el hotel Riviera, ellas eran tres y nosotros dos, estábamos celebrando y compartiendo en el cabaret, y cuando se armó la bailadera, pues nos fuimos a la pista, y cometimos el “error” de dejar sola a una de ellas, pues cuando nos dimos cuenta, ya estaba muy bien acompañada, me acuerdo que nos miramos Ismael y yo reprochándonos el descuido, pero bueno, ya estaba hecho, y lo importante era no perder el control total y mantenerlo.
La situación era peligrosa, porque para empezar, no conocíamos a esa persona, la cara era “nueva”, no era alguien del ambiente con el que podrías quizás compartir o regañarlo por su frescura, según el caso, y además existía otro peligro, muchas veces cuando la temporada era floja, la competencia se ponía fuerte, y nada más estaban esperando a que te descuidaras para piratearte, y la forma más común era que alguien se acercara a la turista, y después de averiguar algunos detalles, como por ejemplo, si estaban “comprometidas”, y cuantas eran, entonces dependiendo del caso te las podían “levantar”, así de fácil.
Pues resultó que nuestro nuevo “amigo” era otra cajita de sorpresas, un nuevo “Ismael” solitario que “trabajaba” por amor al arte, era un oriental, mulato claro, flaco y alto como una vara de pescar, y había venido a La Habana a petición de una tía que vivía sola en un caserón muy cerca del Riviera y en la cual su tía tenía una escuelita particular, de idiomas, de esas medio clandestinas o con un permiso especial, donde Jorge, así se llamaba, la ayudaba dando clases de Francés e Ingles. Resulto que nuestro nuevo “socio” era licenciado en Lenguas Extranjeras, con decirles que hasta chino sabía. Al principio Jorge no nos hizo gracia, por lo que hizo, pero con el paso de las horas y de los días en los que estuvimos que compartir aquel “pan” nuestro de cada día, y después de algunas conversaciones que sostuvimos, nos dimos cuenta que el nuevo “social” era de los nuestros y que podía ser admitido en el grupo, y créanme que las cosas cambiaron y para bien de todos.
Jorge tenía una historia triste, su padre había sido soldado del ejercito de Batista y según él, nunca lo conoció, pues cuando el nació su papá estaba luchando contra la guerrilla de Fidel, nunca supo si cayo preso o murió en algún combate, pues nunca regresó, y su mamá también había fallecido unos años después, dicen que de tristeza, de depresión, y el gobierno comunista nunca le dio ninguna información de su esposo y a el ya jovencito tampoco, el siempre llevaba arriba una estampita con la foto de su papá, vestido con el uniforme de soldado y hablaba de el con tremendo cariño y ternura como si lo hubiera conocido. Se había criado en casa de una hermana de su papá en Holguín y ya joven se había mudado a Santiago de Cuba. Jorge había caído preso en Guantánamo, por intento de salida ilegal del país, lo agarraron en una lancha con otros más con intenciones de irse a Jamaica o Haití, cuando nos hizo el cuento, estábamos que nos cagabamos de la risa, imagínense caer nada menos que en el pobre de Haití. Cuando salió después de haber cumplido solo 7 años, de 15, por buen comportamiento, tomó la decisión de venir a La Habana, y de volverse jinetero, y no era por dinero, solo le interesaba ligarse a una turista que se enamorara de el y que lo sacara de Cuba, el no estaba por el bisne, ni le interesaba, el lo único que quería era buscar su libertad de una forma más segura, sin mas riesgos que los que ya había pasado, aunque ya andando con nosotros y bien integrado al grupo nunca dudó y siempre nos apoyó en los nuevos bisnes internacionales que con su apoyo iniciamos, pues con el conocimiento de idiomas que tenía, pudimos entonces abrir nuestra “especialización” a otras nuevas nacionalidades.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE